La sorpresa en los ojos de ese hombre
no le hizo volver sobre sus pasos. Su mirada se clavaba en la de Giselle,
mientras ella negaba lentamente con la cabeza. Con humedad bajo sus
resplandecientes ojos, se giró en dirección a su padre, el cual observaba a uno
y a otro constantemente.
—¿Qué es esto Giselle? ¿Es cierto lo
que dice? —le preguntó atónito, usando su tono de voz normal, mientras señalaba
con un dedo al chico que estaba cerca de ellos.
Giselle descendió la cabeza y su
vista acabó en el suelo, no muy segura de lo que iba a decir.
—Sí —pronunció con un hilo de voz.
Después elevó el rostro, a punto de caer una lágrima, mientras irises y pupilas
formaban el fuego de la decisión—. Sí, es cierto. Y le quiero —sentenció con
una firmeza extraña de ver en ella.
El hombre no podía creerse lo que
oía. ¿Quererle? Su mirada entonces atravesó la de Niall, que por el momento
permanecía impasible.
—¿La quieres? —le preguntó al
muchacho con expresión y tono de aversión. Por el momento aquel chico no le
gustaba nada. Su hija solía cumplir las normas que le imponían, siempre por un
bien, y él había causado que ella se aprovechara del margen que se le había
dado últimamente para salir juntos.
Niall vaciló unos instantes, pero no
porque no estuviera seguro de lo que iba a decir, sino por el hecho de que el
padre de Giselle le mirara de aquel modo. Sólo esperaba que no tuviera armas en
su casa, porque si no sería de los primeros en estrenar su puntería, si no el
primero.
—Sí.
—¿No te he visto muy convencido,
muchacho? —Ladeó ligeramente la cabeza a un lado y esbozó una media sonrisa de
satisfacción.
—Estoy muy seguro. Usted no puede
saber lo que siento o dejo se sentir.
—No te apresures, joven, no estás
hablando con tu padre…
—No, de hecho si lo hiciera no le
llamaría por usted.
—¿Me tomas el pelo? No eres lo que mi
hija necesita.
—De hecho, papá, es todo cuanto
necesito —intervino Giselle—. Pero tú no lo entiendes. —En su faz se dibujaba
una tenue mueca de pesadumbre.
El hombre no daba crédito a lo que
escuchaba. ¿Su hija enamorada de aquel inmaduro e irrespetuoso chico? No podía
ser verdad, Giselle estaba muy confundida.
—Giselle, cariño, creo no sabes lo
que…
—Sé exactamente lo que digo y lo que
siento. Sé lo que hago. Podréis protegerme cuanto queráis, pero ya no soy una
niña. Tengo veintidós años —sentenció indignada.
—¿Y él? —preguntó mirando de reojo a
Niall.
—Veinticinco, señor —contestó el
propio chico.
El hombre no dijo nada. Seguía
manteniendo esa mueca de desagrado, y miraba a uno y a otro despacio.
—¿Ocurre algo, Robert? ¿Todavía no
habéis entrado en casa? Vais a coger una pulmonía —dijo una voz dentro de la
casa. Una mujer castaña apareció tras el hombre y giró su cabeza hacia un lado
para enterarse de lo que acontecía fuera.
—¿Quién es ese joven? —pronunció
amablemente la mujer.
—Elina, no pasa nada, quédate dentro.
—¿Cómo que no pasa nada? —Se hizo
hueco entre el marco de la puerta y su marido y salió afuera mientras
contemplaba a su hija, la cual tenía aún los ojos un poco rojos, y al muchacho
que se encontraba unos cuantos metros más adelante, serio, quieto como una
estatua.
—¿Quién eres? —le preguntó directamente
a él.
—Niall.
—¿Eres el novio de mi hija? —preguntó
sin poder evitar esbozar una pequeña sonrisa.
Niall miró durante unos segundos a
Giselle para afirmar la respuesta, pues en esos momentos ya no sabían lo que
eran. Cuando ésta se la devolvió y sus ojos contestaron, habló.
—Sí —asintió con algo de timidez.
El hombre refunfuñó por lo bajo y
Elina se giró levemente hacia atrás para advertir a Robert con la mirada.
—Pasa —le dedicó una sonrisa a Niall.
Parecía un muy buen chico, además de educado.
—¿Que pase? —preguntó asombrado Robert
mientras contemplaba cómo su mujer entraba en la casa, y Giselle y Niall la
seguían después. El chico iba algo más retardado, con pasos lentos y las manos
en los bolsillos, por el hombre que se situaba ahora al lado de la puerta y lo
miraba con desdén.
En el interior de la casa…
Elina les ofreció asiento a los dos.
Ambos se sentaron en el mismo sofá.
—¿Queréis tomar algo? —preguntó con
dulzura la mujer. No era muy mayor.
—No, gracias —contestó el chico cuyo
cabello era rubio almendra. Se notó nerviosismo en su voz, y las manos, que no
dejaba de moverlas y frotarlas entre sí, lo acentuaban.
Giselle no contestó, casi ni la miró,
así que su madre supuso que a ella tampoco le apetecía nada. Pretendía calmar
los ánimos, pero parecía no iba a ser nada fácil.
—Bueno, contadnos desde hace cuánto
que os conocéis —dijo la mujer.
Giselle parpadeó con desgana
lentamente sabiendo que se avecinaba un interrogatorio y que pronto su padre
formaría parte de él también. Segundos después el hombre apareció en el salón y
se sentó en una silla, al lado del sofá donde se acomodaba su mujer, un poco
alejado de todos ellos.
—Algo más de dos semanas —contestó
Niall.
—Casi tres —apostilló Giselle.
—Bueno, no es poco. —Elina esbozó una
sonrisa lateral contemplándoles. Sin duda hacían una muy buena pareja. Ella
había escogido a un chico educado y muy guapo. Y él, aunque hablara de su hija,
a una chica preciosa y encantadora.
—¿Qué no es poco? ¡Eso no es nada!
—intervino el hombre.
—Robert. —Con voz apaciguadora Elina
miró a su marido, que estaba a su izquierda.
—¡Vamos, Elina! —se quejó alzando las
manos. Se apoyó bruscamente en el respaldo de la silla con enfurecimiento,
aunque se controlaba.
—Cuando una relación comienza, no
comienza a los dos meses. Siempre están los primeros días, semanas, meses, años…
Parece mentira que defiendas lo contrario, cariño. ¿Ya no te acuerdas de cuando
empezamos a salir?
—¡Claro que me acuerdo! —refunfuñó—.
Pero esto es distinto.
—¿Por qué iba a serlo? Tengo el mismo
derecho que vosotros a enamorarme. ¿Acaso nunca me dejaréis? —pronunció
Giselle.
—¡No con él! —Robert mantenía su
postura inicial.
—Escuche, señora —comenzó a decir
Niall mirando a la madre de la chica que estaba sentada a su lado—. Yo quiero a
su hija. Y aunque salga por esa puerta —dijo señalándola con el dedo mientras
miraba a la mujer— seguiré queriéndola.
La mujer esbozó una sonrisa amable y
comprensiva. Robert dejó escapar un incomprensible sonido de entre sus labios.
—Y no me iré de aquí hasta aclarar
las cosas —añadió el muchacho.
—Bueno, te irás cuando yo te lo diga
—repuso el hombre, indignado.
—Él sabe lo que soy. —Niall la miró
consternado, mientras esperaba que lo que acababa de oír hubiera sido cosa de
su imaginación y no lo hubiera dicho ella de verdad.
El padre de Giselle se levantó del
asiento sin apartar la vista de ellos.
—¿Cómo dices? —Estaba igual de
confuso que Niall.
—Él sabe que tengo poderes.
Robert se aproximó con ímpetu a Niall
y le cogió por la camiseta, alzándolo un poco del sofá.
—¡Qué le has hecho a mi hija! ¡Qué
sabes! No serás uno de esos que quiere aprovecharse de ella, ¿verdad?
¡¡Contesta!! —En la última palabra lo zarandeó.
—¡Robert, déjale! —Elina se levantó y
agarró a su marido por los brazos para apartarle del joven. Sus ojos brillaban
con furia.
—¡Papá! —exclamó la chica. Acto
seguido se acercó más a Niall y le dijo en un tono de voz bajo que si se
encontraba bien. El chico asintió entre sorprendido y desconcertado, dirigiendo
su mirada de vez en cuando a donde se situaba el hombre. Su mujer le obligó a
sentarse de nuevo y a que se calmara.
—¡Este chaval no sabe lo que quiere!
—Déjelo ya. —La voz de Niall sonó en
toda la estancia—. No pienso consentir que me falte al respeto, ni que
cuestione mis sentimientos. Podrá pensar lo que quiera de mí, pero no le tolero
nada más, aunque sea el padre de Giselle. Seré joven, pero mantengo la
compostura mejor que usted, que desde que he aparecido no ha cesado de lanzarme
miradas desde el odio. Soy persona y tengo derecho a amar igual que las demás.
Lo mismo que Giselle. Esto parece de película… —Bufó y apoyó de nuevo su espalda
en el sofá.
El hombre se quedó atónito con las
palabras del chico. Sin duda sabía lo que quería y estaba dispuesto a discutir
con él por su hija. Pero no se resignaba a aceptar su relación.
—Es cierto. Él sabe lo que soy y me
acepta. Me aporta cosas que hasta ahora nadie me ha aportado —dijo con
tranquilidad.
Su padre ya ni siquiera les miraba,
sólo se limitaba a escuchar. Las palabras las ponía su mujer.
—Me alegro mucho por los dos.
—Alcanzó la mano de Giselle y la asió con fuerza—. Siento mucho lo de Robert,
Niall. Se niega a aceptar que Giselle haya crecido y deba elegir lo que quiere.
—Lo que quiere es condenarse. Quién
sabe dónde andará metido este chico… —comentó con la mirada en otro lado.
—¡Ya me he condenado, papá! ¿No lo
entiendes? ¡Yo misma soy una condena para mí, para él y para todos! —alzó la
voz levantándose del sofá y gotas saladas empezaron a surcar sus pómulos.
Su padre la miró maravillado.
Visualizando cada lágrima caer. Su enfado se esfumó por momentos y en su rostro
se reflejó seriedad y tristeza. Se levantó de la silla y abrazó a su hija.
—Cariño, no digas eso. Eres una extraordinaria
persona —le dijo al oído.
Padre e hija dejaron de abrazarse y
Niall se levantó para acercarse hasta Giselle. La miró preguntándole con la
mirada si estaba bien y la apretujó entre sus brazos fundiéndose en un
apasionado y cálido abrazo. Robert y Elina observaban la escena.
Se miraron a los ojos y él le apartó
las lágrimas de sus mejillas. Sin que se dieran cuenta, Elina le dirigió una
mirada a Robert y fue suficiente para hacerle comprender que quizá aquel chico
no era tan malo como pensaba. Giselle parecía feliz junto a él, parecía
encontrar un gran apoyo a parte de su familia. El único que había conseguido
que llorara su hija había sido él, al menos desde el momento en que apareció
Niall frente a su casa.
El hombre quería decir algo, pero
ellos continuaban abrazándose y no sabía cómo captar su atención, cómo interrumpir
el cariño que se mostraban. Giselle abrió los ojos y se percató de la expresión
de su padre, así que se separó de Niall y esperó a que hablara.
—Hija…, yo… Lo siento, no me he
comportado como es debido —pronunció costosamente, pero con sinceridad.
Ella sonrió y le abrazó nuevamente.
—He podido comprobar que
verdaderamente esto no es un amor de adolescentes, porque ya no lo sois. Ambos
sois adultos y debéis ser libres de vuestros actos, hacer lo que queráis, pero
ser consecuentes. Así que sólo espero que no tengáis problemas, porque ya soy
uno menos. —Sonrió tenuemente, esperando la reacción de ambos, sobre todo de su
hija, y fue correspondido del mismo modo.
Giselle le dio un beso en la frente,
sonriente. Niall, aunque no lo exteriorizaba demasiado, estaba encantado. Para
él eso significaba la aprobación de la relación por parte de su padre, la pieza
más difícil de la historia. En cierto modo le agradecía todo, pues cuando
Giselle salió del coche pensó que no volvería a verla. Era el final. Pero todo
lo acontecido le dio la vuelta a la historia.
—Protégela. Sé que la querrás. Así
que sólo te pido que la cuides. Mucho —pronunció conmocionado.
Giselle no cesaba de sonreír dichosa
ante la escena.
—Bueno, esto parece una despedida
—soltó bromeando Niall—. Supongo que
podré volver a entrar en esta casa, ¿no?
—Eso si no entras en la caseta del
perro. —Robert lo miró en principio con severidad, pero terminó rompiendo en
carcajadas. El chico, al entender que era una broma, le imitó.
—Deja de torturarle —dijo Giselle.
Niall y ella se miraron de manera
cómplice. Después ella se aproximó a su madre y le dio un abrazo inclinándose
sobre el sofá.
—¿Acaso os marcháis? —preguntó
extrañada la mujer.
—Voy a pasar la noche en casa de
Niall —mintió en parte.
Robert arqueó las cejas incrédulo y
miró a su mujer, que se encogió de hombros lanzándole una sonrisa.
Giselle miró a uno y a otro,
suplicante, pero con gesto suspicaz aparente, y sonrió cuando su padre asintió
de parte de los dos.
—No sé a qué hora volveré mañana. Si
surge algo os llamo, ¿vale? —dijo con alegría mientras se alejaba hacia la
puerta de entrada dándole la mano a Niall.
Sus padres suspiraron, sin otro
remedio que resignarse ante el amor, y se miraron entre ellos sin dejar de
sentir alegría.
Once de la noche en el hotel…
—Hay que aprovechar que he reservado
esta habitación.
La sonrisa pícara de Giselle se
contagió a Niall, que estaba sentado en el borde de la cama de matrimonio. Ella
se acercó pausadamente hasta él y posó sus rodillas sobre la cama, entre las
piernas de él. Acercó sus labios a los suyos y se besaron. Los besos de Niall
continuaron hasta el cuello de Giselle mientras ella le rodeaba con sus brazos.
Le ayudó a quitarse la camiseta y la pasión y la temperatura aumentó. Los dedos
de la chica castaña se deslizaron por el torso de Niall mientras él le quitaba
ahora la camisa a ella. Poco a poco. Cada uno de los botones. Después esa
prenda cayó al suelo despojándola del cuerpo de la bella muchacha. Al tiempo
que Giselle bajaba sus manos a los pantalones de Niall, se desplazaban
lentamente hasta el centro de la cama cubierta por un edredón rojo. Los besos
continuaban con más pasión que antes. Las caricias se alargaban, y cuando
podían sus manos desprendían una prenda más. Cuando ya no quedó nada más
cubriendo sus cuerpos, todo fue cuestión de dejarse llevar por el corazón y la
pasión que recorría en ese momento su interior, el uno sobre el otro.
A la mañana siguiente…
—Niall… —Los dedos de Giselle
caminaban sobre el torso del chico, con serna. La chica sonreía ampliamente
mirándole dormir. No hacía caso de sus llamadas. Sonrió todavía más cuando
pensó que parecía un bebé. Estaba tan tranquilo… Eran tan guapo… Sin duda así
estaba muy mono.
Se levantó recogiendo la ropa del
suelo y se metió en el baño para vestirse. Mientras lo hacía escuchó unos
ruidos fuera y pensó que ya se había despertado. Acabó rápidamente, se peinó un
poco con las manos, y abrió el pestillo. Cuando abrió la puerta la persona que
había frente a ella no era Niall, sino un desconocido con un pasamontañas negro
cubriéndole la cara y dejando ver sus oscuros ojos.
JODEEEEEEEEEEERJODERJODERJODER. ¡PERO CÓMO ME DEJAS CON ESE FINAL, MUCHACHA! ÑASLDKFLAKSDÑFS. ¡CONTINÚA YA, NO ME TORTURES CON LA ESPERA! D: (?) xDDD Vale, decirte que ya me he puesto al día con la historia y que brrrrr, no esperaba que Giselle fuera especial en ese sentido, aunque ya me avisaste de que era especial de una forma distinta. Al final Robert tenía que acceder, Giselle no es una niña :) Y bueno... ya te he dicho... ¡ése final! Brrrrrr, quiero saber qué pasa ahora.
ResponderEliminar¡Un beso!
JAJAJAJAJAJAJAJA Eaaa... ;)
ResponderEliminarMe alegra que te esté gustando ^^ Gracias por comentar.
¡Besos!
._.
ResponderEliminarY ese final?
Nos dejas
ASI?
vale, esta es para matartej ajhberhjbgtyh7u yo quiero saber como continua!!! Giselle no es ninguna cria!!
Un beso cielo!
http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com.es/
Muajajaja Sí :33 Pronto subiré el siguiente.
ResponderEliminarGracias por comentar :)
¡Saludos!