27/7/12

Especial: Capítulo 6. Impotencia (parte 1)

La mañana se anunciaba nublosa. El sol se ocultaba tras una capa de nubes infinitas entre las que apenas escapan algunos rayos. Él estaba sentado en un sillón cercano a la ventana. Pensaba. Pensaba en todo lo sucedido mientras contemplaba el grisáceo cielo y los edificios que se levantaban ante sus ojos. Ese día no había café entre sus manos, y no porque se hubiera agotado, sino porque no le apetecía. Por mucha energía que le proporcionara aquel líquido su cabeza estaría igual de confusa y apenas tendría energías internas. Hace un par de días le había dejado claro que no quería que aquello continuara. Niall todavía se sorprendía al recordar lo que había pasado en el riachuelo con el pájaro. En esos momentos se dividía en tres partes: una parte de él sentía cierto temor, otra confusión, y otra le decía que no debía dejar las cosas así. Suspiró. Qué hacer. Sabía lo que ella era, pero después de que se lo dijera no tardó en darse cuenta de que eso le daba igual. Nunca lo hubiera imaginado, pero hiciera lo que era capaz de hacer, no dejaba de ser Giselle, aquella chica del vestido rosa claro que le cautivó en la boda de su amigo. Aquello escapaba de la razón, pero no dejaba de ser real. Y esa parte de él que sentía temor era por lo que pudiera pasar. Miedo a perderla, miedo a la reacción de su familia si se presentaba en su casa, miedo por lo que le pudieran hacer. Y, aunque no quisiera reconocerlo, una diminuta parte de él sentía cierto temor hacia ella y le transmitía cautela. Pero ¿cómo era posible sentir miedo de aquella frágil y bella criatura? En su mente todo empezó a dar vueltas. Por un momento nada tuvo sentido. ¿Qué hacía? ¿La llamaba? ¿Acudía a su casa? Demasiado arriesgado quizás. Entonces se decidió y alcanzó el móvil desde el sillón, situado encima de la mesa que tenía a su izquierda. Se lo pensó un momento, pero terminó escribiendo. La buscó en sus contactos y envió el mensaje. Decía:
“Hola. Ya sé que no quieres saber nada de mí y olvidar lo que pasó, pero yo no puedo. Me gustaría hablar contigo tranquilamente y verte al menos una última vez. Así si me tengo que despedir será en condiciones. ¿Qué me dices?”
El móvil permaneció unos instantes en sus manos hasta que contestó. Niall despertó de su embelesamiento y leyó el mensaje.
“Se me ocurre un lugar en el que podemos estar tranquilos sin tener que esconderse. La última vez.”
Se le escapó una sonrisa y escribió nuevamente.
“Dime cuándo y dónde. Allí estaré.”
En respuesta a su último mensaje enviado obtuvo la calle a la que tendría que acudir, el lugar y la hora. A Niall le pareció una buena idea. Giselle le dijo que de la reserva ya se encargaría ella.
Niall, que se había levantado muy temprano y se sorprendió de que ella ya estuviera despierta, se levantó con parsimonia del sillón y se dirigió al baño para darse una ducha y acudir al trabajo. Era lunes. La última vez que vio a Giselle fue el sábado.

Cuando las horas pasaron y llegó la tarde…
Niall se preparó. Unos pantalones vaqueros y una camiseta. Con Giselle hasta ahora había llevado camisas y pantalones más formales, pero esa vez quiso ir informal. Se echó perfume, se peinó, primero con un peine y después con las manos, dejando el pelo alborotado y, dándose un rápido visto bueno en el espejo, se marchó como otras cuantas veces.

Enfrente de un hotel de tres estrellas…
Sus miradas se encontraron.
—Hola —dijo Niall al llegar.
—Entremos —contestó ella con seriedad, sin mirarle siquiera a la cara.
Para haber sido de tres estrellas el hotel no dejaba mucho que desear. Se aproximaron a recepción y Giselle fue la que habló con la chica que les dedicó una sonrisa.
— ¿En qué puedo ayudarles?
—Desearíamos la tarjeta de la habitación reservada a nombre de Giselle Stahl.
La joven recepcionista asintió.
—Esperen unos momentos. —Se alejó un poco de la mesa buscando en una hoja de papel el nombre Giselle y posteriormente la tarjeta indicada. A los segundos se acercó y se la entregó—. Aquí tienen. Que disfruten.
—Muchas gracias —dijo Giselle intentando aparentar entusiasmo. Lo menos que hacía era disfrutar de la situación, y dudaba que lo hiciera. Todo era demasiado complicado.

Tras subir el ascensor, enfrente de la puerta número 109…
Giselle introdujo la tarjeta por la rendija y abrió la puerta guardándosela después en un bolsillo. Niall entró detrás de ella y se encargó de cerrar la puerta.
— ¿Para cuánto tiempo has reservado la habitación? —preguntó el muchacho.
—Toda la noche.
Niall no pudo evitar esbozar una leva sonrisa.
—No te rías —dijo la chica seria, que cogió un almohadón de una de las camas y se lo lanzó a la cara.
—Es una pena que hayas reservado una con camas separadas —comentó Niall dedicándole una pícara sonrisa. A ella se le escapó una breve risita y volvió al ataque cogiendo otro almohadón y lanzándoselo nuevamente. Esta vez Niall lo esquivó.
— ¿No querías hablar? Hablemos —dijo ella solemnemente. Niall se dio unas palmaditas en las piernas y se acercó a la cama donde ya se había sentado ella.
—No sé por dónde empezar —dijo ya sentado.
— ¿Me vas a hacer perder dinero? Eres más tonto de lo que pensaba…
La chica esbozó una sonrisa tímida. Miraba el suelo con la cabeza ligeramente inclinada.
—Eso no lo has pensado nunca. —El chico también sonrió. Obtuvo como afirmación una sonrisa más amplia por parte de ella que en cuestión de segundos desapareció por completo.
—Ayer mis padres notaron que me sucedía algo. No les dije lo que pasó, ni lo que sabías. Más bien no saben que he salido varias veces contigo.
—Bueno, supongo que una vez hayamos hablado y todo esto acabe no hará falta que se lo cuentes.
—No… —En su rostro se dibujo una débil sonrisa forzada.
— ¿Estás segura de lo que quieres? —preguntó reclinándose hacia ella.
—No. Pero es lo mejor.
Suspiraron al unísono.
— ¿Cuándo supiste que… sabías hacer esas cosas? Ya sabes… —le costó preguntar.
—Hace nueve años. Tenía catorce cuando por primera vez defendí a un niño de unos matones y los dejé paralizados, literalmente.
Aunque Niall rió brevemente, ella seguía con actitud severa.
—Cuando por fin logré que volvieran a la normalidad me tomaron miedo y empezaron a llamarme a mis espaldas “la monstruito”. Con el tiempo empecé a controlarme.
—Pero sólo lo sabe tu familia, ¿de qué tienes miedo?
—Es cierto que esos niños nunca supieron qué pasó, pero habrá gente que sepa que hay personas como yo.
—Pero… —trató de rechistar.
—Hace tres años unos hombres me acorralaron en una callejuela. Sabían algo sobre mí y me querían. Por suerte logré deshacerme de ellos. En el momento en el que usé mis poderes reafirmé sus sospechas. Mi familia sólo quiere protegerme.
Niall la miró entristecido.
—Lo siento —dijo sin saber qué más añadir.
Durante largos segundos la habitación estuvo silenciosa.
—Yo… quería verte una última vez y decirte… que me da igual que sepas paralizar cosas y todo lo demás que sepas hacer —balbuceó—. Este poco tiempo que hemos compartido juntos ha sido suficiente para darme cuenta de que me importas… y no quiero que las cosas cambien. Me cuesta asumir que tengas poderes, pero hagas lo que hagas seguirás siendo tú. Y con ellos en tus manos no pueden causar daño alguno.
Giselle alzó sus ojos hasta él, conmocionada.
—Si me dices eso me resultará más difícil dejar esto aquí —dijo sonriendo mientras se le escapaba una lágrima.
—Mejor dejémoslo aquí —dijo Niall aproximando su rostro al suyo. El beso salado por las lágrimas de Giselle supuso para ellos el final de la relación, fuera del tipo que fuese. Una manera algo peculiar con la que acabar.

Minutos después, una vez acabado el beso…
Abandonaron el hotel acercándose la noche.
—El coche está cerca. ¿Quieres que te lleve?
—No, creo que podré ir andando.
—Giselle…
—Vale —dijo mirándole. La había convencido con sólo su expresión. Además, se sentía más segura yendo con él.
Educadamente, le abrió la puerta del copiloto y ella entró. Cuando los dos estuvieron dentro se abrocharon los cinturones y la acercó a su casa.

Al llegar…
Niall aparcó el coche enfrente. Ella abrió la puerta y el ver las intenciones que tenía Niall de salir también, le dijo:
—No creo que sea buena idea.
Niall se lo pensó unos instantes.
—De acuerdo.
Acomodó su espalda al respaldo del asiento del conductor y observó a Giselle, que todavía no había salido del coche. Sendos se miraron unos momentos antes de que por fin la chica saliera.
—Adiós —dijo cerrando la puerta. Él le respondió desde el interior con un movimiento de mano y una leve sonrisa.
La persiguió con la mirada hasta que llegó al porche. Tenía intención de arrancar el motor en ese momento, pero la puerta de su casa de abrió y no fue porque a ella le diera tiempo a meter la llave. El chico se inclinó un poco hacia la ventanilla del copiloto, atento. Desde allí, aunque con poca intensidad, pudo escucharlo todo.
—Dónde has estado.
—Ya te lo dije, salí a mirar vestidos para el concierto.
—No me mientas, Giselle, estás hablando con tu padre.
El tono de voz del hombre que estaba en el umbral de la puerta ascendía poco a poco.
— ¡No te miento!
— ¿Has estado con alguien?
— ¡No, papá, salí a mirar vestidos!
Instintivamente Niall se agachó dentro del coche lo suficiente, pero la perspectiva le permitía ver algo.
— ¿Has vuelto sola? —preguntó el hombre anonadado.
—Sí. —Aquella respuesta Niall no la escuchó aunque la intuyó, puesto que la dijo en voz baja. Su tono era de arrepentimiento.
— ¡Cuántas veces te he dicho que no vuelvas sola a casa! ¡Tu madre debería haber ido contigo!
—Lo siento —dijo intentando aguantar las lágrimas.
— ¡No me sirve un “lo siento”! ¡Hoy es una disculpa y mañana ni regresas a casa!
El tono de voz del hombre ascendió de manera considerable. Niall casi podía oír sollozar a Giselle. No aguantó más y salió del coche. El sonido que provocó el cierre de la puerta alertó y atrajo las miradas de las únicas dos personas que había en esos momentos en la calle. Ambos rostros mostraban consternación.
Niall caminó unos pocos metros hasta que dijo:
—Yo la traje.
Vio la impresión que aquello le había causado a Giselle, la cual buscaba una respuesta razonable al por qué de todo aquello en sus ojos oscurecidos por la noche.
—Y tú quién eres —dijo secamente el hombre.
—Me llamo Niall —contestó habiéndose parado—. Si hay alguien a quien debe echarle la culpa de que su hija haya salido y vuelto hasta la noche, ese soy yo —añadió mientras caminaba hacia ellos de nuevo.

2 comentarios:

  1. Me gusto mucho, escribes muy bien Nury...! Niall, adoro ese nombre, :3
    Me gustaria saber como continua.
    Un beso cielo, te espero!

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    1. ¡Gracias! Me alegro :3
      Dentro de poco subiré la segunda parte.
      ¡Saludos!

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