“Hola. Ya sé que no quieres saber
nada de mí y olvidar lo que pasó, pero yo no puedo. Me gustaría hablar contigo
tranquilamente y verte al menos una última vez. Así si me tengo que despedir
será en condiciones. ¿Qué me dices?”
El móvil permaneció unos instantes en
sus manos hasta que contestó. Niall despertó de su embelesamiento y leyó el
mensaje.
“Se me ocurre un lugar en el que
podemos estar tranquilos sin tener que esconderse. La última vez.”
Se le escapó una sonrisa y escribió
nuevamente.
“Dime cuándo y dónde. Allí estaré.”
En respuesta a su último mensaje
enviado obtuvo la calle a la que tendría que acudir, el lugar y la hora. A
Niall le pareció una buena idea. Giselle le dijo que de la reserva ya se
encargaría ella.
Niall, que se había levantado muy
temprano y se sorprendió de que ella ya estuviera despierta, se levantó con
parsimonia del sillón y se dirigió al baño para darse una ducha y acudir al
trabajo. Era lunes. La última vez que vio a Giselle fue el sábado.
Cuando las horas pasaron y llegó la tarde…
Niall se preparó. Unos pantalones
vaqueros y una camiseta. Con Giselle hasta ahora había llevado camisas y
pantalones más formales, pero esa vez quiso ir informal. Se echó perfume, se
peinó, primero con un peine y después con las manos, dejando el pelo alborotado
y, dándose un rápido visto bueno en el espejo, se marchó como otras cuantas
veces.
Enfrente de un hotel de tres estrellas…
Sus miradas se encontraron.
—Hola —dijo Niall al llegar.
—Entremos —contestó ella con
seriedad, sin mirarle siquiera a la cara.
Para haber sido de tres estrellas el
hotel no dejaba mucho que desear. Se aproximaron a recepción y Giselle fue la
que habló con la chica que les dedicó una sonrisa.
— ¿En qué puedo ayudarles?
—Desearíamos la tarjeta de la
habitación reservada a nombre de Giselle Stahl.
La joven recepcionista asintió.
—Esperen unos momentos. —Se alejó un
poco de la mesa buscando en una hoja de papel el nombre Giselle y
posteriormente la tarjeta indicada. A los segundos se acercó y se la entregó—.
Aquí tienen. Que disfruten.
—Muchas gracias —dijo Giselle
intentando aparentar entusiasmo. Lo menos que hacía era disfrutar de la
situación, y dudaba que lo hiciera. Todo era demasiado complicado.
Tras subir el ascensor, enfrente de la puerta número 109…
Giselle introdujo la tarjeta por la
rendija y abrió la puerta guardándosela después en un bolsillo. Niall entró
detrás de ella y se encargó de cerrar la puerta.
— ¿Para cuánto tiempo has reservado
la habitación? —preguntó el muchacho.
—Toda la noche.
Niall no pudo evitar esbozar una leva
sonrisa.
—No te rías —dijo la chica seria, que
cogió un almohadón de una de las camas y se lo lanzó a la cara.
—Es una pena que hayas reservado una
con camas separadas —comentó Niall dedicándole una pícara sonrisa. A ella se le
escapó una breve risita y volvió al ataque cogiendo otro almohadón y
lanzándoselo nuevamente. Esta vez Niall lo esquivó.
— ¿No querías hablar? Hablemos —dijo
ella solemnemente. Niall se dio unas palmaditas en las piernas y se acercó a la
cama donde ya se había sentado ella.
—No sé por dónde empezar —dijo ya
sentado.
— ¿Me vas a hacer perder dinero? Eres
más tonto de lo que pensaba…
La chica esbozó una sonrisa tímida.
Miraba el suelo con la cabeza ligeramente inclinada.
—Eso no lo has pensado nunca. —El
chico también sonrió. Obtuvo como afirmación una sonrisa más amplia por parte
de ella que en cuestión de segundos desapareció por completo.
—Ayer mis padres notaron que me
sucedía algo. No les dije lo que pasó, ni lo que sabías. Más bien no saben que
he salido varias veces contigo.
—Bueno, supongo que una vez hayamos
hablado y todo esto acabe no hará falta que se lo cuentes.
—No… —En su rostro se dibujo una
débil sonrisa forzada.
— ¿Estás segura de lo que quieres? —preguntó
reclinándose hacia ella.
—No. Pero es lo mejor.
Suspiraron al unísono.
— ¿Cuándo supiste que… sabías hacer
esas cosas? Ya sabes… —le costó preguntar.
—Hace nueve años. Tenía catorce
cuando por primera vez defendí a un niño de unos matones y los dejé
paralizados, literalmente.
Aunque Niall rió brevemente, ella
seguía con actitud severa.
—Cuando por fin logré que volvieran a
la normalidad me tomaron miedo y empezaron a llamarme a mis espaldas “la
monstruito”. Con el tiempo empecé a controlarme.
—Pero sólo lo sabe tu familia, ¿de
qué tienes miedo?
—Es cierto que esos niños nunca
supieron qué pasó, pero habrá gente que sepa que hay personas como yo.
—Pero… —trató de rechistar.
—Hace tres años unos hombres me
acorralaron en una callejuela. Sabían algo sobre mí y me querían. Por suerte
logré deshacerme de ellos. En el momento en el que usé mis poderes reafirmé sus
sospechas. Mi familia sólo quiere protegerme.
Niall la miró entristecido.
—Lo siento —dijo sin saber qué más
añadir.
Durante largos segundos la habitación
estuvo silenciosa.
—Yo… quería verte una última vez y
decirte… que me da igual que sepas paralizar cosas y todo lo demás que sepas
hacer —balbuceó—. Este poco tiempo que hemos compartido juntos ha sido
suficiente para darme cuenta de que me importas… y no quiero que las cosas
cambien. Me cuesta asumir que tengas poderes, pero hagas lo que hagas seguirás
siendo tú. Y con ellos en tus manos no pueden causar daño alguno.
Giselle alzó sus ojos hasta él,
conmocionada.
—Si me dices eso me resultará más
difícil dejar esto aquí —dijo sonriendo mientras se le escapaba una lágrima.
—Mejor dejémoslo aquí —dijo Niall
aproximando su rostro al suyo. El beso salado por las lágrimas de Giselle supuso
para ellos el final de la relación, fuera del tipo que fuese. Una manera algo
peculiar con la que acabar.
Minutos después, una vez acabado el beso…
Abandonaron el hotel acercándose la noche.
—El coche está cerca. ¿Quieres que te
lleve?
—No, creo que podré ir andando.
—Giselle…
—Vale —dijo mirándole. La había
convencido con sólo su expresión. Además, se sentía más segura yendo con él.
Educadamente, le abrió la puerta del
copiloto y ella entró. Cuando los dos estuvieron dentro se abrocharon los
cinturones y la acercó a su casa.
Al llegar…
Niall aparcó el coche enfrente. Ella abrió la puerta
y el ver las intenciones que tenía Niall de salir también, le dijo:
—No creo que sea buena idea.
Niall se lo pensó unos instantes.
—De acuerdo.
Acomodó su espalda al respaldo del
asiento del conductor y observó a Giselle, que todavía no había salido del
coche. Sendos se miraron unos momentos antes de que por fin la chica saliera.
—Adiós —dijo cerrando la puerta. Él
le respondió desde el interior con un movimiento de mano y una leve sonrisa.
La persiguió con la mirada hasta que
llegó al porche. Tenía intención de arrancar el motor en ese momento, pero la
puerta de su casa de abrió y no fue porque a ella le diera tiempo a meter la
llave. El chico se inclinó un poco hacia la ventanilla del copiloto, atento.
Desde allí, aunque con poca intensidad, pudo escucharlo todo.
—Dónde has estado.
—Ya te lo dije, salí a mirar vestidos
para el concierto.
—No me mientas, Giselle, estás
hablando con tu padre.
El tono de voz del hombre que estaba
en el umbral de la puerta ascendía poco a poco.
— ¡No te miento!
— ¿Has estado con alguien?
— ¡No, papá, salí a mirar vestidos!
Instintivamente Niall se agachó dentro
del coche lo suficiente, pero la perspectiva le permitía ver algo.
— ¿Has vuelto sola? —preguntó el
hombre anonadado.
—Sí. —Aquella respuesta Niall no la
escuchó aunque la intuyó, puesto que la dijo en voz baja. Su tono era de
arrepentimiento.
— ¡Cuántas veces te he dicho que no
vuelvas sola a casa! ¡Tu madre debería haber ido contigo!
—Lo siento —dijo intentando aguantar
las lágrimas.
— ¡No me sirve un “lo siento”! ¡Hoy
es una disculpa y mañana ni regresas a casa!
El tono de voz del hombre ascendió de
manera considerable. Niall casi podía oír sollozar a Giselle. No aguantó más y
salió del coche. El sonido que provocó el cierre de la puerta alertó y atrajo
las miradas de las únicas dos personas que había en esos momentos en la calle.
Ambos rostros mostraban consternación.
Niall caminó unos pocos metros hasta
que dijo:
—Yo la traje.
Vio la impresión que aquello le había
causado a Giselle, la cual buscaba una respuesta razonable al por qué de todo
aquello en sus ojos oscurecidos por la noche.
—Y tú quién eres —dijo secamente el
hombre.
—Me llamo Niall —contestó habiéndose
parado—. Si hay alguien a quien debe echarle la culpa de que su hija haya
salido y vuelto hasta la noche, ese soy yo —añadió mientras caminaba hacia
ellos de nuevo.
Me gusto mucho, escribes muy bien Nury...! Niall, adoro ese nombre, :3
ResponderEliminarMe gustaria saber como continua.
Un beso cielo, te espero!
¡Gracias! Me alegro :3
EliminarDentro de poco subiré la segunda parte.
¡Saludos!